El gran problema radica en un pequeño detalle: entra una persona al vestidor y por la claridad se transluce todo; y lo que no se ve queda a la imaginación de cada uno -lo que puede ser mucho peor-. Necesitamos diseñar algo lindo para plotear todo y darle un poco de intimidad a la gente.
MARTES: Empecé con las entrevistas a los practicantes y quedé bastante desilusionado. Al primero le faltaba carácter y (creo que...) no le corría sangre en las venas... La segunda no trajo su portafolio -¿cómo voy a evaluar a alguien que no trae ningún proyecto para mostrar?- y se fue con la promesa de enviarlo cuando llegue a su casa (todavía estoy esperando el mail), el tercero nunca apareció y el cuarto era el más malo de todos. O sea, la producción estudiantil está en baja.
Estar como en casa |
MIÉRCOLES: La semana está marcada por otro viaje y la posibilidad de subir nuevamente adonde entrenan los diferentes planteles. Por estos días sería la inauguración del Centro de Alto Rendimiento, pero la agenda cargada del 1er equipo con partidos cada 3 días en noviembre y el viaje a Japón para jugar el mundial de clubes en diciembre, postergó el evento para la pretemporada 2017 a fines del próximo enero.
JUEVES: Las reuniones de la mañana y la tarde poco importan cuando sabés que por la noche te vas de viaje. Necesitaba que el día termine rápido para estar arriba del avión camino a la isla de San Andrés, aún sabiendo una desagradable noticia: por el derrumbe de una montaña, la ruta que va al aeropuerto estaba bloqueada. La solución: TODO EL MUNDO iba por la otra ruta y un viaje de 50 minutos duraba 1 hora y 15 minutos.
Aunque la llegada al aeropuerto fue con tiempo suficiente, los huevos los tenía en la garganta. Y todo esto para llegar y enterarme que el vuelo salía con 40 minutos de demora; en ese momento la bronca y la impotencia bajaron los huevos a su lugar correspondiente para inflarlos al borde de la explosión. Finalmente el vuelo salió y en dos horitas estaba tocando suelo isleño.
VIERNES: 10 minutos de contacto con San Andrés son suficientes para darse cuenta del paraíso en el que estás: arena blanca, agua turquesa y un clima que invita a tomar la decisión final de quedarse ahí de por vida. El tímido primer recorrido incluyó un rato en las playas del centro (que no se parecen en nada a las de Mar del Plata) y una recorrida por los distintos negocios.
Para que se entienda mejor, el centro es como un Duty Free de aeropuerto pero a cielo abierto: el 95% de los negocios son venta de cosméticos, chocolates y licores con descuento. Como todo pueblo, de 13 a 15 hs cierran para almorzar y quizás la mayor sorpresa me la llevé consiguiendo una botella de Fernet Branca italiano, que hizo aún mejor mi estadía vistiendo mi paladar de negro amarronado.
SÁBADO: Ya con los ánimos mucho más activos, la visita al puerto es obligatoria para que una manada de vendedores seduzcan la atención de los clientes, ofreciendo lo mismo pero con el regateo como arma básica de ataque. Quizás la retórica sea el arma oculta para que los ingenuos turistas se terminen decidiendo entre uno u otro a escasos metros de distancia (sin saber que toda la plata va a parar al mismo bolsillo).
Johnny Cay + visita al acuario de mantarayas + paseo por los Manglares es la excursión elegida del día. El turismo es el único ingreso de la gente de la isla, y queda mucho más en evidencia cuando usan la paranoia para venderte de todo: que la fundita protectora del celular para que el agua y la arena no lo afecten, que el snorkel para ver los pecesitos de colores, que los zapatos de playa para que no te lastimen los corales. El speech está 100% aprendido.
Un corto viaje en lancha nos dejó en el primer destino: Jhonny Cay, una pequeña isla de arena blanca, bosque de palmeras e historias de piratas. Quizás el mejor chiste del día es que el guía se llame Jorge Blanco y sea un negro de metro 90 y voz ronca. El sol, la playa y el almuerzo a base de pescado y arroz con coco te dejan serenito para el siguiente destino.
La visita al acuario de mantarayas fue una sorpresa para mí porque efectivamente había mantarayas! Llegando vimos varias desde la lancha y el snorkel favoreció el avistaje de otras un poco más chiquitas. El último destino sí que era un robo total, un corto paseo por un bosque de manglares que quedaba de paso, que servía más como excusa para cobrarte un extra en el viaje de vuelta. Además me recordó tanto a Tigre que ni foto le saqué.
DOMINGO: El alquiler de una moto sirvió para sacarle más jugo al día y recorrer la isla de punta a punta. El primer lugar prometía bastante: "La cueva de Morgan"; lugar donde según el mito, el mismísimo pirata guardaba sus tesoros robados en altamar. Obviamente hoy no hay rastros de eso, sólo le quedó gente que no tiene ganas de trabajar, que repite su speech sin ánimo y que no le interesa el turista sino cuánto va a gastar.
El siguiente destino fue La Piscinita, una piscina natural de agua turquesa que increíblemente estaba cerrada por mantenimiento (sólo a mí me puede pasar algo así). El viaje recorriendo la isla siguió y el choque con la realidad fue más fuerte, cruzándome con cosas que las casas de turismo no muestran en sus fotos: pobreza, mala infraestructura y muchas mansiones abandonadas por antiguos narcotraficantes (hoy muertos o presos).
¿Qué tipo de mantenimiento le pueden estar haciendo a esto? |
El día finalizó visitando el último destino: Rocky Cay, una isla que está a unos 200 m del continente a la que se accede caminando desde la playa gracias a que el agua te llega a la cintura (en mi caso, un poco más cerca del cuello). San Andrés tiene una barrera de corales a varios km de distancia, que la protege de tsunamis y maremotos, por esto hay muchos grandes barcos encallados convertidos hoy en museos flotantes.
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